lunes, 23 de noviembre de 2015

Maria Antonia Bolivar Palacios

 María Antonia Bolívar Palacios


Nace en Caracas, el 1º de noviembre de 1777, María Antonia Bolívar y Palacios, hermana mayor de Simón Bolívar. Fue una mujer de carácter recio, heredado de su madre, María de la Concepción. Contrajo matrimonio el 22 de octubre de 1792, antes de cumplir los 15 años de edad con D. Pablo Clemente Francia.
Siempre mostró simpatías por la causa realista. Sin embargo, mantuvo una relación armoniosa con su hermano el Libertador, a veces un tanto afectada por los negocios que ella le llevaba en Caracas, en particular el de las minas de Aroa; pero en general, Bolívar tuvo en alto aprecio los consejos y sentencias de María Antonia. Esta murió el 7 de octubre de 1842, dos meses antes de que trajeran a Caracas los restos de su inmortal hermano, el 17 de diciembre de ese año.


La lucha  por sus bienes

María Antonia era la hija mayor, asimiló y asumió plenamente las características del contexto cultural, social y político patriarcal donde nació y creció, que fueron salvarguadados por el estado español y los mantuanos, poseía mucha riqueza y la defendía. No en balde le escribió al Rey de España en 1816 pidiéndole que no la penalizara por llevar el apellido Bolívar porque ella seguía siendo una fiel servidora del Rey.
Ella solicitaba que le devolvieran todos sus bienes que le habían sido confiscados durante la guerra. María Antonia manifestó su rechazo a las iniciativas independentistas desde los intentos  revolucionarios de Gual y España en 1797 y de Miranda en 1806. Por ello no entendió y vio con sumo disgusto que sus tres hermanos (Juan Vicente, Simón y Juana) se involucraran en el movimiento independentista.

En 1813 cuando su hermano Simón lanzó desde Trujillo el Decreto de Guerra Muerte, María Antonia desoyendo las amenazas, auxilió y escondió en su propia casa a un grupo notable  de realistas y no cambió sus opiniones cuando su hermano entró victorioso a la ciudad en agosto de 1813.
En 1814, cuando las tropas realistas se aproximaban a Caracas, la orden de  Bolívar fue desocupar la ciudad para impedir su arrasamiento. María Antonia creía que podría hacer valer su lealtad al rey y se oponía a salir. Bolívar la obligó, convencido de que no recibiría clemencia.
Vivió con su familia en Curazao hasta 1816, en donde sufrió las privaciones y la marginalidad propias del exilio; escribió en varias ocasiones a la Real Audiencia de Caracas sin ser escuchada. En 1817 se trasladó a La Habana, donde obtuvo de la Real Audiencia de Caracas el desembargo de sus bienes y en 1819, del Rey de España, una pensión de 1000 pesos la cual, por nuevos ruegos, le fue duplicada el año siguiente.

Después del triunfo patriota, y siendo Bolívar el hombre más poderoso de Venezuela,  regresó ya viuda a Caracas, motivada muy especialmente por recuperar el control de todos los bienes. Estos no parecían  interesarle mucho al Libertador quien, para su manejo, había dado poder precisamente al hijo mayor de María Antonia, Anacleto, a quien ella misma consideraba inepto e irresponsable.
María Antonia logró que el Libertador destituyera a su hijo Anacleto del poder que le había otorgado y se lo diera a ella, quien asumió funciones con un gran dinamismo y buenos resultados, ya que logró recuperar casas y haciendas. Bolívar sentía especial afecto por sus dos hermanas, María Antonia y Juana. Su hermano Juan Vicente había fallecido en 1811 en una contienda de la guerra.

Desde el año 1822 hasta 1827 la historia de María Antonia fue reconstruida por la historiadora venezolana Inés Quintero  sobre la base de su correspondencia con Bolívar, en la que se trata casi exclusivamente de asuntos económicos. No obstante, en las cartas de María Antonia, es patente que sus intereses económicos estaban muy por encima de cualquier consideración sobre la suerte de su hermana viuda, de su cuñada viuda y sobrinos. Ella no tuvo ningún reparo en tratar de bribones aun a sus tíos y otros parientes si se oponían a sus intereses.
La imagen que queda es la de una mujer centrada en sí misma, con una autonomía que pasa sin reparos a la desobediencia de los designios de su hermano sobre los bienes que le pertenecían a él, y ahora sí, muy interesada en el mantenimiento de su poder político, por cuanto eso le reportaba a ella grandes beneficios.

En sus cartas a su hermano Simón ella repite su angustia por la falta de orden social, es decir, por el orden jerárquico y desigual que veía perdido. Ya no había respeto; la gente lo criticaba todo, inclusive a las autoridades.

Contra el olvido histórico

A María Antonia Bolivar apenas se la menciona no sólo por ser una mujer criolla y principal, sino por la incomodidad que conlleva la inclusión en el relato nacional de una hermana de Bolívar realista y opositora de la causa independentista, cuando es sabido que la guerra de Independencia dividió a la sociedad venezolana. Esta polarización comprometió por igual a los hombres y las mujeres que habitaban la provincia de Venezuela


Fallecimiento

Después de la muerte del Libertador, María Antonia Bolívar se dedicó a la vida hogareña y a la administración de los bienes de la familia. También solicitó tenazmente al gobierno venezolano que se repatriaran los restos de Bolívar. Vivió sus últimos años en una casa de Hacienda, propiedad de la familia, ubicada en Macarao en las afueras de Caracas (hoy en ruinas). Murió el 7 de octubre de 1842, dos meses antes de que trajeran los restos de su ilustre hermano. Le sobrevivieron sus cuatro hijos. Pablo Secundino, quien tuvo cuatro hijos naturales, un varón y tres hembras. Una de ellas, Elena de Jesús Clemente se casó con Manuel Montufar, quien fue el introductor del telégrafo en Venezuela. Valentina y Gabriel Camacho tuvieron siete hijos, cuatro hembras y tres varones. Uno de ellos, Juan Vicente Camacho Clemente, fue diplomático del gobierno peruano. Anacleto Clemente se había casado en 1821 con Rosa Rodríguez del Toro y no dejó descendencia.

Información Extraída: https://palabrademujer.wordpress.com/2010/09/05/maria-antonia-bolivar-y-palacios/


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